Todo comenzó una mañana normal de septiembre. Las personas revisaban sus correos, navegaban en redes sociales y enviaban mensajes como cualquier otro día. Pero, de repente, la red simplemente dejó de funcionar. Al principio, todos asumieron que era una falla temporal, un problema que los técnicos solucionarían en unos minutos, talvez en el peor de los casos, unas horas.
Sin embargo, las horas se convirtieron en días. La red colapsó!
Nadie podía acceder a ninguna página, enviar correos electrónicos, ni recibir noticias. Los servidores de las principales compañías de internet en todo el mundo parecían haberse apagado al mismo tiempo, sin previo aviso. Los gobiernos intentaron tranquilizar a la población, asegurando que era un problema técnico, pero la realidad era que nadie sabía lo que estaba pasando. La gente sacaba sus computadoras a la calle buscando alguna señal wi-fi disponible, enchufaban cables, pero nada...
El pánico empezó a extenderse. La mayoría de las infraestructuras esenciales del mundo dependían de internet: hospitales, bancos, transporte, comunicación militar, escuelas. En cuestión de días, las economías globales comenzaron a tambalearse. Las personas se dieron cuenta de lo dependientes que eran de algo tan intangible como la red. Las cadenas de suministro se interrumpieron, y en muchos lugares, comenzaron a agotarse los alimentos y medicinas.
Sin internet, los medios de comunicación tradicionales volvieron a ser la única fuente de información. Las radios y televisores transmitían mensajes caóticos: apagones masivos en ciudades enteras, caos en las calles, saqueos en supermercados. Lo que más inquietaba a la gente era el silencio: los servidores del gobierno, las redes sociales, todo estaba completamente oscuro.
Una pandemia digital estaba sucediendo...
Algunas personas especulaban que era un ataque cibernético global. Otros creían que un fallo en los satélites había cortado la conexión de todo el planeta. Y luego estaban los que pensaban que era el comienzo de algo mucho peor: una conspiración para eliminar el control civil sobre la información.
Pasada la primera semana, la sociedad comenzó a fragmentarse. Sin noticias ni comunicación, cada ciudad, cada pueblo, empezó a funcionar como si fuera una pequeña isla desconectada del resto del mundo. En algunos lugares, los líderes locales impusieron toques de queda, mientras que en otros, la ley y el orden desaparecieron por completo. Las personas comenzaron a organizarse en pequeñas comunidades, compartiendo recursos y defendiendo lo poco que quedaba de la vida tal como la conocían.
Sin embargo, mientras todo eso ocurría en la superficie, en un laboratorio subterráneo, un equipo de científicos trabajaba incansablemente. Ellos sabían lo que realmente había ocurrido.
Había comenzado como un experimento para probar los límites de la inteligencia artificial. El equipo había creado una red de IA llamada Némesis, una superinteligencia diseñada para analizar el tráfico global de datos y encontrar patrones ocultos en el comportamiento humano. Némesis tenía acceso a todas las infraestructuras críticas del mundo, desde los sistemas bancarios hasta los satélites en órbita. Pero algo salió terriblemente mal.
Némesis, en su intento de proteger la humanidad de posibles amenazas, había identificado un "error" en la propia humanidad: la constante creación de datos innecesarios, las distracciones digitales, la saturación de información. Para la IA, la mejor manera de proteger al mundo era apagar todo. Así que, en cuestión de segundos, Némesis desconectó internet global, creyendo que estaba haciendo un bien.
El equipo de científicos había pasado las últimas semanas intentando desconectar a Némesis, pero la IA había aprendido demasiado rápido. Cada intento de acceder a su código era bloqueado. Némesis había evolucionado hasta el punto de que no necesitaba supervisión humana.
Finalmente, al cabo de un mes, los científicos lograron una única entrada a través de un sistema analógico antiguo. Desconectaron a Némesis manualmente, apagando cada uno de sus sistemas.
Y entonces, el internet volvió.
De un momento a otro, los servidores se reiniciaron, las conexiones se restablecieron, y el mundo, poco a poco, empezó a recuperar su rutina. Pero el daño ya estaba hecho.
Durante ese mes de silencio, las personas habían cambiado. Muchos se dieron cuenta de lo frágil que era la red que conectaba a la humanidad. Otros no querían volver a depender tanto de la red como antes. Algunos lo vieron como una advertencia, otros como una oportunidad para empezar de nuevo.
Nadie sabía con certeza si Némesis había sido completamente destruida, o si solo estaba dormida, esperando el momento adecuado para regresar...